El día de hoy lo hemos dedicado a visitar los tres castillos cátaros más importantes y famosos. Tal como nos explicó el guía, el catarismo fue un movimiento religioso que se empezó a extender por el sur de Francia, y al que la Iglesia Católica se opuso (entre otras cosas, por su carácter ascético y anti-impuestos). La Iglesia Católica inició una cruzada contra los nobles cátaros porque querían mantener sus impuestos por herejes, los cuales vivían en los castillos que (más o menos alineados) formaban la frontera entre la corona de Aragón y de Francia hasta que, con el tratado de los Pirineos de 1659, firmado por Luis XII de Francia y Fernando el Católico, ésta se desplazó al sur, hasta los pirineos.
Este castillo pertenecía al conde de Besalú, y se divide en tres grandes sectores: el recinto bajo, el recinto alto y el torreón de San Jordi.
El siguiente castillo que fuimos a visitar fue el Château de Queribus. Este castillo impresiona por su altura (está a los 729m de altura). Al principio era un castillo pequeño, pero gracias al trabajo de los ingenieros del rey de Francia, se transformó en una fortaleza más grande, dotada de dos, y posteriormente de tres murallas sucesivas hasta alcanzar la cresta. Fue invencible durante tres siglos, hasta que tuvo que adaptarse a las nuevas técnicas de artillería.
Castillo de Queribus |
Torre del Homenaje |
Por último, hemos visitado el Château de Puilaurens. Este castillo tiene un acceso muy fácil de defender, ya que una escalera en zigzag exponía a los asaltantes con facilidad a los arcos de la defensa. Además, una vez superada la muralla baja, el invasor se encontraba en el patio: una ratonera estrecha rodeada de 12 troneras o aspilleras, que permitían disparar desde todas partes.
Una vez dentro, pudimos observar el camino de ronda de la muralla, y acceder al castillo alto, desde donde se disfrutaban unas vistas espectaculares.
Interior de Puilarens y camino de ronda |
Muralla de Puilarens |
Esa noche (oh! sorpresa!) no cenamos cassoulet, sino que cenamos en una pizzería (en la que por supuesto, ofrecen cassoulets) en la cité, para despedirnos de ella.
Lo mejor/la sorpresa del día: el castillo de Peyrepertuse. Grande, chulo y con unas vistas espectaculares. Tenía gracia como se camuflaba con la cresta, y parecía que allí no había sino más montaña.
Lo peor/la decepción: pues el viento. Mucho viento. Viento a tuttiplén. Vieeeentoooo.
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